Tercero y último de tres hermanos, Antoni Pascual nace el 18 de julio de 1941 en el seno de una familia del Ensanche de Barcelona, concretamente en la calle Casp, calle que marcará la primera parte de su existencia, dado que allí mismo, en el emblemático colegio de los jesuitas, cursará el bachillerato y desempeñará más tarde como profesor. Sin embargo, su primer “colegio” fue el parvulario de la Divina Pastora y su primera maestra se llamaba Providencia, todo un símbolo de aquello en el que confió en el transcurso de su vida. La primera comunión, que antes era un auténtico evento tanto personal como social, la celebró en Montserrat y él recuerda aquella estancia como su «iniciación en el juego». Allí, rodeado de familiares y amigos aficionados, aprendió a jugar a cartas y no le iba del todo mal, porque ganaba a menudo. La Divina Providencia le sonreía para iniciarlo, de forma lúdica e inocente, en el supremo misterio del azar, que él más tarde nos ayudaría a hilvanar – y a destilar su magia – de una modo lúdico e inocente…
En 1958 ingresa en el noviciado de los jesuitas de Raymat, en Lleida, donde cursa humanidades clásicas y modernas. Posteriormente, obtiene la licenciatura en filosofía en la Facultad de San Francisco Borja de San Cugat del Vallés, en 1965. Es en este período cuando profundiza, entre otros, en la obra de dos poetas que ya no la abandonarán : Antonio Machado y Màrius Torres; y cuando conoce lo que consideraba un gran maestro: Jaume Bofill y Bofill, catedrático de metafísica de la Universidad Central de Barcelona.
Al finalizar, se dedica a la docencia y entre los alumnos hace amistades que le acompañarán toda su vida. De 1968 a 1972 estudia teología y obtiene su licenciatura en la Facultad de San Francisco Borja, estudios muy influenciados por la figura y la obra de Karl Barth. En 1970 es ordenado presbítero y continúa con su labor docente formando parte del claustro de profesores de dicha Facultad, alternándola con colaboraciones y traducciones para publicaciones y revistas especializadas.
Paralelamente a sus intereses y estudios religiosos, se introduce en el ámbito de la antipsiquiatría y el movimiento contracultural de aquellos años, espoleado por la relación con un amigo diagnosticado como esquizofrénico.
Esta relación le permitió experimentar los efectos liberadores y terapéuticos de la tradición teológica y filosófica, tanto en sí mismo como en otros, ayudado por el contacto con los carismáticos, que fue decisivo para el cambio que se le acercaba. Fruto de estas experiencias, se le hizo cada vez más patente el abismo existente entre la enseñanza de Jesús y la de la institución eclesiástica. Fue en aquella época – corrían los años 1973-74 – cuando conectó con la obra y los discípulos de otro gran mentor: Marcel Légaut, mientras empezaba a conocer las formas de la espiritualidad oriental a través de uno de los sus divulgadores en nuestra casa, Antoni Blay, y de la práctica del yoga.
Empezaba también a prestar atención de forma cotidiana y efectiva a las señales orientadoras y reveladoras de el sentido que el azar le proporcionaba, y aprendía a dejarse conducir por casualidades y sincronicidades, mediante las cuales hablaba con fuerza y se manifestaba la divina providencia. Basándose, pues, en la propia experiencia y en las fuentes mismas del evangelio, a las que tenía acceso por su formación y dominio de las lenguas clásicas, se hizo ineludible el conflicto con la institución, con su moral, su intelectualismo y su cuerpo doctrinario, que tan a menudo confunde la fe con la adhesión a creencias y rituales.
1974 es el año de la ruptura con la Compañía de Jesús, precisamente un 4 de diciembre, fecha clave de su biografía. Como dice él mismo citando a un novelista castellano, “hizo el voto de pobreza para liberarse del de obediencia”. Pero en realidad fue fiel al voto esencial: el de obedecerse a uno mismo. Ese mes viaja a París: la ciudad de la luz y Notre Dame le deslumbraron. Poco después, recibiría el encargo de traducir a Notre Dame de París, de Victor Hugo… El 19 de marzo de 1974, conoció a la que sería su primera compañera, Luz Merino, religiosa de la congregación del Sagrado Corazón. Al producirse la ruptura con la iglesia, tenía la posibilidad de ir a Bélgica o a Ibiza. Eligió la isla mediterránea para estar cerca de ella y porque un buen amigo que vivía allí le proporcionó cobijo.
Allí pasó los primeros meses de 1975, que significaron una etapa de “convalecencia” y transición, podríamos decir, y allí se le hicieron presentes y ya inolvidables las Cartas al joven poeta de Rainer Maria Rilke. En este período comenzó una relación fructífera con la editorial Carroggio. Inicia entonces una nueva singladura, apoyado por sus amigos de siempre del más aquí y del más allá, por la música de Mozart y teniendo como norte y criterio el discernimiento de espíritus. Esta nueva vida –y Toni era una de esas personas que vivió muchas vidas en ésta– le aportó el apareamiento y la paternidad en el seno de una familia. Fue todo un salto cuántico pasar del celibato a la vida familiar, del sedentarismo al nomadismo, de tener un trabajo seguro para siempre tener que ganarse el pan en una sociedad convulsionada por la pérdida de valores seculares, pero donde era igualmente difícil, como secularmente había sucedido, que tuviera cabida y reconocimiento alguien que decía muchas verdades.
La convivencia con Luz, iniciada en 1976, quedó truncada por la muerte de la que fue compañera entrañable un 15 de septiembre de 1980, a causa de una leucemia. La providencia no ahorra pruebas a sus hijos queridos y ésta, dura como el diamante, tenía que ver con la hondura del amor y el dolor. Poco después de su traspaso, tuvo un sueño donde ella le traía una niña. Su primera hija nacerá dos años más tarde, un 19 de marzo, justamente un 19 de marzo se habían encontrado por primera vez Toni y Luz… La época que vivió con Luz, trabajó para la editorial Carroggio , para la que tradujo y/o comentó Victor Hugo, Herman Melville, Johann W. Goethe y Oscar Wilde, e hizo también de fotógrafo para ilustrar la trayectoria vital de algunos de dichos autores, lo que les llevó a viajar por Europa y la Península Ibérica siguiendo el rastro y las huellas. El último encargo de esta casa fue un Diccionario biográfico de artistas que tiene el don de entrelazar la vida y obra de cada artista desde esa perspectiva tan suya, tan singular y excepcional. El biógrafo, en este caso, está a la altura del artista. Otras editoriales contaron con su colaboración (El Hogar del libro, Luciérnaga, Obelisco, Columna) y, conjuntamente con la labor de traductor, siguió su maestría a través de cursos y seminarios sobre los “santos de su calendario” (Nietzsche, san Pablo, Maragall, Rilke, Verdaguer, Machado, Màrius Torres…) ya través de diversos encargos procedentes de periódicos, revistas y fundaciones culturales.
En 1981 se reencuentra con una antigua amiga, Teresa Alfaras, que se convertirá en compañera y madre de sus hijos (Annaïs, Mariona y Llorenç), quienes les estimularon a actualizarse y reciclarse continuamente, para que los hijos vienen a ser una escuela de formación permanente. Esta relación supuso toda una peregrinación, moviéndose siempre hacia donde soplaba el Espíritu. A principios de la década de los 90, fijaron su domicilio en Sant Celoni y él siguió alternando su oficio de escritor con cursos, seminarios, jornadas y conferencias en la comarca y en todas partes.
En 1992, empezó otra faceta que le llevó “de gira” por los escenarios catalanes con la actriz Isabel Rocatti, haciendo de guionista y trovador moderno en el Camino de Soledad: Diálogo entre el poeta y la muerte, basado en Màrius Torres, dentro del ciclo Tiempo de poetas promovido por la Caixa.
Una de sus ilusiones era comentar el evangelio y pudo realizarla en uno de los últimos cursos que realizó en Barcelona, que tituló “El evangelio como poema”. Paralelamente impartía uno sobre Nietzsche en Sant Celoni, en el centro cultural de l’Eixam, con el significativo título de “La recuperación de la alegría” (1998-99).
El diagnóstico de un tumor canceroso en el pulmón le llegó enmarcado por estos seminarios. Le dieron los resultados de los análisis un 4 de diciembre (de 1998), una fecha que a menudo sobresalía en su vida y que, en su peculiar santoral, correspondía al nacimiento de Rilke. Era una jugada maestra del destino: uno de sus poetas, y precisamente uno de los más órficos, le hacía vivir los poemas en carne propia y convertía el cáncer en poesía. Sufrió dos años dolorosos, densos y difíciles como un soneto en Orfeo, pero de una auténtica transformación alquímica, y el período de la enfermedad representó una gran prueba iniciática, una última prueba de desprendimiento. La última semana, se escuchaba a menudo una canción que le enamoraba: “Aire cálido de abril”, del grupo Alameda. Moría un 2 de abril y el 4 era enterrado en el cementerio de Sant Martí del Montnegre, en un lugar silencioso y tranquilo que recuerda la tumba de Rilke en el Valais suizo. Su testamento consiste en los Papeles del exilio y el retorno, que reflejan su pasión y están dedicados a Màrius Torres, Antonio Machado, Rainer Maria Rilke y Oscar Wilde, cuatro ejes esenciales de su itinerario vital.
No sería justo terminar esta sucinta biografía sin hacer mención de la manada de amigos que le rodeó, que él encontró o que lo encontraron a él. Por ambas partes, esta amistad fue fuente de nutrición, de gozo y de aquella ecclesia que vive e invita al ágape, para la que Toni tanto suspiraba y que tanto se esforzó por instaurar en la Tierra. En este sentido, su legado es profundamente crítico: hacer germinar en ese planeta la libertad, el amor y la buena nueva, con la ayuda imprescindible de la providencia.
M. Pilar Fenés. (Traducción: Gabriel Bou)